MÉXICO, D.F., 28 de abril (proceso).- En la presente campaña electoral se buscan el impacto, lo llamativo y la espectacularidad de las imágenes. El objetivo es obtener titulares simplificadores o crónicas de tipo deportivo más que información; imágenes que por sí mismas dicen poco y no explican nada, en lugar de discusión razonada, diálogo y crítica de contenidos. Gana el round el que hace más ruido, no el que se define mejor. Se ridiculiza al adversario con aseveraciones sin fundamento o con ataques personales. Se usan las palabras más rimbombantes con los significados más vagos. Así, los discursos comienzan a parecerse, y las posiciones de fondo, a borrarse. La campaña electoral, en lugar de servir de escuela de democracia, se transforma en prolongación de la manipulación mediática más despiadada.
Sin embargo, la simulación tiene un límite, y es precisamente más allá de ese límite donde se revela el verdadero programa de los candidatos y sus partidos: en la confrontación entre el hecho y el dicho.
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