CIUDAD DE MÉXICO (proceso).- Todo el evento es un magnífico montaje. En un enorme hangar de dimensiones descomunales, el avión presidencial es expuesto como un símbolo de los excesos del pasado. Parado frente a él, y minúsculo en contraste, Andrés Manuel López Obrador dedica una conferencia mañanera a mostrarlo de nuevo, en todo su terrible esplendor. Los periodistas pasean por su pasillo central, constatan los lujos, toman fotografías de las sábanas y las toallas. Y el presidente se vuelve el maestro de ceremonias, el atizador de los agravios, el removedor del rencor. En campaña permanente, se encarga de recordar por qué ganó y tantos indignados lo apoyaron. La aeronave es un insulto al pueblo de México, y tiene razón. Pocos objetos engloban una era de derroches como el Dreamliner que tanto costó y tanto sigue costando. El avión ilustra la portada de un panfleto político. Agitprop puro.
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