CIUDAD DE MÉXICO (Proceso).- Cuando un avión prepara su aterrizaje en el nuevo Aeropuerto Internacional Felipe Ángeles (AIFA), desde la ventanilla se observan los campos y llanos alejados de la Ciudad de México, ese monstruo que nunca descansa y donde circulan vehículos a todas horas por las calles llenas de casas.
El pasado 24 de abril, Enrique y su hijo de siete años llegaron al AIFA, en el municipio de Zumpango, Estado de México. Venían en el último vuelo de ese día –el 875– operado por Aeroméxico. La aeronave tocó tierra a las 19:27 horas y ambos pasajeros se entretuvieron tomándole fotos a las enormes y desérticas instalaciones y a los baños de la terminal aérea cuyas imágenes de luchadores mexicanos, técnicos y rudos, los tenían fascinados.
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