CIUDAD DE MEXICO (apro).- Sorprende que a estas alturas de la crisis político-económica y social generada por el capitalismo liberal, que tienen al mundo en tensión y ha puesto en evidencia la cara vulgar, grosera e incluso brutal del capitalismo al asumir la presidencia de Estados Unidos a un capitalista como D. Trump, haya amanuenses, escribas ideológicos que –¿por convicción o conveniencia?– expongan, defiendan o publiciten a un sistema que está haciendo realidad a la advertencia de Rosa Luxemburgo, socialista revolucionaria (que por cierto fue asesinada a culatazos en un gobierno de socialistas no revolucionarios, de socialistas de razones y que sabían lo que era gobernar), la cual señaló que a los humanos no les quedaban sino dos caminos: “el socialismo o la barbarie”.
Sorprende, repito, que apenas ayer, tomado como referencia una tesis de A. Kojève, titulada precisamente El fin de la historia, en la que dice que ya no había necesidad, después de la Revolución Francesa y de Napoleón, de la lucha violenta para establecer la “supremacía racional del régimen de derechos”… F. Fukuyama, tomando como referencia la mentada tesis, desarrolló su propia percepción del Fin de la historia, basada en la idea de que el capitalismo liberal y su hijo natural, el neocapitalista neoliberal, han probado ser más eficientes que otros sistemas económicos y políticos, al concentrar los requisitos tecnológicos para dominar a la naturaleza, desterrar la escasez y satisfacer las necesidades de la humanidad.
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