“¿Qué decir?”

CIUDAD DE MEXICO (apro).- Presuntuosos humanos: ¡ay de ustedes!, si no están en mí, no son nada, no existen. Si en mí están y en mí se mueven, pueden decir que son, que existen, quizás para su bien o para su mal, lo que me tiene sin cuidado, pues eso dependerá de ustedes. Habrá algunos de su especie que me hagan su sirviente, esa decisión me vale, ya que me conciban en función del movimiento circular de los astros, en torno al cual organizaron la vida del universo y de los humanos mismos los griegos y romanos en su época clásica, o bien me conciban conforme la ideología judeo-cristiana, como una sucesión de unidades distintas y hasta diferentes de un continuo que se prolonga al infinito, eso no tiene para servidor la menor importancia, pues siempre termino por devorarlos sin piedad, borrando sus pensares, silenciando sus voces, disolviendo sus obras, aniquilando sus esperanzas, reduciendo a la nada (hecho que debería alegrarles) sus sufrimientos, dolores y lágrimas; esa realidad implacable, la admitan o la rechacen, les sumerge en una angustia existencial que determina sus vidas. Repito, hay algunos entre ustedes que, aunque les sea difícil de lograr, que me convierten en medio para dejar su huella, su marca en servidor, con lo que el miedo, la angustia que les produzco, puede ser paliada, atenuada por otros sentimientos: el poder, la fama, la celebridad o una posible inmortalidad en la memoria de sus semejantes, etcétera. Otros ha habido que, para antes de Cristo, una corriente filosófica: el estoicismo, la cual, conociendo y asumiendo el fatal destino humano con servidor, ante ese acontecer ineludible, determinó que al hombre no le queda más remedio que esforzarse en ser indiferente y permanecer imperturbable, no perder la tranquilidad y el aplomo y conservar la libertad interior y el desprecio hacia los hechos exteriores, pues “nuestro bien y nuestro mal no existen más que en nuestra voluntad”, como dijo Epicteto, uno de sus representantes.
Luego vino el cristianismo, con su idea de que este mundo no era más que un espacio de tránsito para los humanos, y según su comportamiento en él, serían felices para siempre o condenados a una eternidad de sufrimiento en el más allá, si habían sido buenos o malos en vida, idea que ha tenido (y tiene) muchos seguidores, pues ante la verdad descarnada que servidor es en sus existencias, fue (y sigue siendo) muy conveniente para tantos jodidos para poder soportar la angustia existencial que servidor les impone en su vivir cotidiano.


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