PARÍS (apro).- “Se necesitaría un libro entero para describir la hambruna que azota a la cárcel de Saydnaya. Un instante después de que acabábamos de comer empezábamos a arrastrarnos por el piso de la celda en busca de un grano de arroz o de bulgur (trigo). Nos veíamos como pollos. Muy de vez en cuando nos traían naranjas. Nos las comíamos toditas: la cáscara, las hojas… todo. Por supuesto, nos comíamos también los huesos de las aceitunas. Solíamos cortarlos en dos o tres pedazos. No quedaba nunca la mínima huella de comida en la celda… Comíamos absolutamente todo lo que nos traían…”.
Habla Jamal A., expreso del régimen de Bachar el Assad. Cuenta cómo logró mantenerse con vida en el inframundo de las celdas sobrepobladas y hediondas de la cárcel militar de Saydnaya, considerada como la peor de Siria.
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