CIUDAD DE MÉXICO (apro).- Durante los días posteriores al 19 de septiembre, todos nos volvimos buenos. En la esperanza fugaz de la solidaridad ciudadana y el entusiasmo exacerbado por emotivas coberturas mediáticas, con opinión de intelectuales políticamente correctos, hubo espacio para la redención, inclusive de los peores.
Intocables, las Fuerzas Armadas pasaron de ser cuestionadas por su involucramiento en los grandes crímenes de la historia reciente al aplauso generalizado por su presencia –no siempre afortunada– en la atención de la contingencia por el sismo.
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