CIUDAD DE MÉXICO (proceso).- La traición, que significa “entregar a alguien al enemigo”, es un acto atroz. Dante le reserva el último círculo del infierno, donde habita el demonio –el traidor absoluto; el ángel sublevado contra Dios. Allí, quienes traicionaron padecen el clima propio de su vileza: un lago helado como su corazón; los peores, las fauces del demonio que eternamente los devora. Shakespeare la compara con un crimen mayor. Cuando el Rey Lear se sabe deshonrado públicamente por su hija Regania, exclama desesperado: “(…) es peor que asesinar”.
Si quienes nos “gobernaron” en el pasado pertenecen a la estirpe de los fraudulentos, a quienes Dante reservó la quinta fosa del octavo círculo del infierno, donde habitan hundidos en la viscosidad de la brea, López Obrador y Morena pertenecen a la de los traidores. Sus traiciones son innumerables: a las víctimas, a las mujeres, a los indígenas, al medioambiente, a la salud. Me centro en una, la traición a las víctimas y a la paz del país.
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