Un pueblo en la orfandad tras el homicidio de Narciso Elvira

TLALIXCOYAN, Ver. (Proceso).– Narciso Elvira Delgado, El látigo del Cocuite, solía sentarse en una vieja hamaca azul que había en la finca El Pantano, rodeado de herramientas de campo y vasos desechables en los que suele tomarse caña pura y cerveza. Cuando el sol anunciaba el atardecer, en ese lugar el famoso pelotero solía despedirse de sus empleados más cercanos, a quienes consideraba una familia.

“Apretón brusco de mano y jalón de brazo”, así saludaba para presumir esa zurda privilegiada y ruda, desarrollada en el diamante y curtida en los campos cañeros durante la última década, dicen sus familiares y quienes lo conocieron.



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