Una economía incluyente

CIUDAD DE MÉXICO (proceso).- Cuando pienso en una economía verdaderamente incluyente, de inmediato me vienen a la cabeza las palabras con las que los pueblos indígenas se oponen a los megaproyectos impulsados por la 4T: la “Madre Tierra”.

La diferencia de este concepto con el de los megaproyectos que, en su lógica industrial, tienden a destruir todo lo que no comprenden y a depender de esa destrucción para continuar su desarrollo, es que la Madre Tierra –que el poeta y granjero Wendell Berry compara desde su tradición cristiana con el “Reino de Dios” y llama la “Gran Economía”–, incluye todo, desde la vida de las hormigas hasta la vida de los seres humanos: cualquier cosa que sucede en ella es significativa. Segundo, que cada cosa está unida a esa madre de manera ordenada. Tercero, que los seres humanos, que somos parte de ella, no podemos conocer a todas las criaturas que la Madre Tierra engendró y el modo completo y el orden en el que las cuida. Cuarto, que los seres humanos debemos tener economías proporcionadas, que al mismo tiempo que permitan la vida humana, permitan también la vida de esas otras economías que desconocemos, pero de las que dependemos y depende la vida del planeta.



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