MONTERREY, NL (apro).- En la crisis de la mediana edad, Alejandra y Rodrigo rompen su atadura conyugal. Por egoísmo, crecimiento profesional y síndrome del workoholic, el papá desdibuja su figura hasta desvanecerla. Y, en medio, el pequeño Santi se acostumbra a dividir su tiempo entre los dos. La modernidad da licencia social a los papás para encontrar otras parejas, pues el vértigo de la gran ciudad demanda progresión personal.
No importa que el individualismo, tan alabado, deje como saldo al hijo desamparado del calor familiar. Hasta que la tragedia se asoma, simultáneamente, a la vida de quienes formaban el hogar destruido, y les recuerda lo que realmente importa.
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