PRISMA INTERNACIONAL / Xavier Colás / MOSCÚ (apro).– Rusia está acostumbrada a la sensación de estar sentada sobre un polvorín. La inestabilidad del Cáucaso ha condicionado la política rusa hasta el punto de que el presidente, Vladimir Putin, escogió hace más de una década a una especie de “virrey”, Ramzam Kadirov, que bajo su protección pero con libertad de movimientos, mantiene a raya en Chechenia a los que antes eran sus camaradas separatistas.
Sin embargo, la inmigración, la implicación rusa en la guerra de Siria y la expansión de internet por todo el país han complicado el esquema de control y lealtades que había dibujado Putin.
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