CIUDAD DE MÉXICO (apro).- Cuando la tierra se convulsionó echó abajo casas y edificios, pero también la seguridad de muchas niñas y niños, a quienes de diferentes maneras alteró su visión del mundo.
Rosa, de nueve años, duerme ahora abrazada a su mochila en la que tiene empacadas galletas, un cambio de ropa y una botella de agua. Alma ha estado hiperactiva, y cada vez que su papá sale a la calle pregunta ansiosa si no le habrá pasado algo. También llora por el oso de peluche que dejó abandonado en la escuela, cuando la tierra se movía.
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