CIUDAD DE MÉXICO (apro).- Hace casi un cuarto de siglo, en 1994, la disputa por el poder se desarrolló en medio de una violencia criminal inaudita que derivó en el magnicidio del candidato presidencial Luis Donaldo Colosio, pero hoy las campañas inician en un contexto aún más cruento y envilecido, que exige del Estado y de los factores de poder –incluidos partidos y candidatos– un deber mínimo para evitar que degenere en una tragedia análoga o peor.
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