CIUDAD DE MÉXICO (proceso).- Max Weber decía que los dos grandes pecados del político son la vanidad y la irresponsabilidad, dos vicios que anuncian grandes catástrofes. Por desgracia, los candidatos a la Presidencia de la República parecen poseerlos en grados patológicos y exhibirlos sin pudor alguno cuando hablan de violencia e inseguridad.
A pesar de los niveles de horror que México ha alcanzado en esa materia, ninguno de los cuatro parece preocuparse por ellos más allá de lo que les preocuparía salir a pasear en un día lluvioso: una pequeña contingencia cuya confianza en sí mismos no pueda superar. Esta arrogancia se traduce en actitudes cada vez más irresponsables que, lejos de abonar a la paz y a la justicia, auguran una mayor escalada de la violencia y la inseguridad.
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