BUENOS AIRES (proceso).- Gerardo Martino empezó desde muy niño en el futbol. Se formó jugando todos los días en un potrero (terreno baldío) del barrio Jorge Cura de la ciudad argentina de Rosario, muchas veces contra muchachos mayores que él, hasta que se hacía de noche y de la casa lo llamaban para cenar, cuenta José Dalonso, autor de ‘El Tata. La biografía del director técnico de la Selección’ (Editorial Sudamericana, 2015).
“Para un pibe era un grado de libertad muy grande jugar en el potrero, sin la cancha marcada, sin camisetas y sin entrenador. El paso a las divisiones inferiores tampoco fue traumático: el entrenador paraba el equipo y daba sólo dos o tres indicaciones. Era otra forma de entender el juego por completo. Eso se trasuntó en el estilo de Martino como futbolista y en la manera que entendió el balompié como entrenador: no lo transformó en una cuestión dramática”, dice Dalonso a Proceso.
Adquiere una fotografía para ilustrar esta nota aquí