Francisco de P. León
CIUDAD DE MÉXICO (proceso).- La capitulación de la capacidad crítica de un pueblo, que ocurre en aras de manifestar una solidaridad, cariño o aprecio a un líder amado que encabeza una causa popular transformadora –no importa cuán visionaria y justa sea–, nunca será una virtud liberal y mucho menos democrática por el hecho de que esta suerte de aprecio exagerado evoluciona en una subordinación rayana en una veneración cuasi sagrada, que desemboca en la cancelación del valor y la diversidad de la inteligencia colegiada y colectiva.
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