ETCHOJOA, Son., 9 de febrero (proceso).- Todo sucedió en 20 segundos. El domador se derritió como una vela cuando el tigre le puso las patas encima. El público gritó y Alex detuvo la garra a unos centímetros de sus labios. Con ojos desorbitados lo miró como si nunca antes lo hubiera visto. Alex retrocedió en la arena. Se detuvo, pero el tigre no. Como un relámpago, el felino se le lanzó encima. Una lluvia de astillas filosas. Espinas de cactus.
Durante varias funciones, el tigre Pedro y su domador Alex compartieron sombra en la pista del circo de los Hermanos Suárez, hasta la función del sábado 2 de febrero, en este sureño pueblo sonorense donde las cantinas se confunden con casas y el cielo es cruzado por cables de luz robada.
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