CIUDAD DE MÉXICO (apro).- La política no es por fortuna el núcleo de lo humano. Es meramente como dice Rilke, la periferia de una esencia íntima, interior de cada persona, donde habita el valor, el espíritu inquieto, en ocasiones heroico, siempre en trance de búsqueda. Rilke, un poeta que pudo decir, “aún no sé si soy halcón o vendaval / o un grandioso canto”.
Y hoy menos que nunca es la política ese núcleo; es, en general, farsa, simulacro, humo, insolencia, ruido, fanatismo idólatra de masas y de iniciados tapando la realidad obesa con un dedo. Un día sin política, un alivio, una liberación. Por eso el espíritu nos apremia a que hablemos de la esencia de las personas, de sus angustias hechas arte como en Rilke, del espíritu invicto de los nuevos Ulises, de “multiforme ingenio” que bregan contra el olvido: los migrantes perseguidos, el tema universal de nuestro tiempo.
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