CIUDAD DE MÉXICO (apro).- ¿De verdad hay que continuar deteniendo el paso a los migrantes? O aceptar que ya no vivimos el siglo de las migraciones, sino el de los intercambios permanentes debido a las necesidades del mundo actual.
En 2015, el año de la mayor crisis migratoria de nuestro tiempo, millones de migrantes que no habían muerto ahogados en el Mediterráneo en su trayecto de Turquía hacia Europa llegaron a la isla de Lesbos, encontraron otros obstáculos. Encontraron en la ruta a los Balcanes murallas metálicas, alambradas con púas hirientes para impedirles el paso, que estaban cerrándoles los caminos. En Hungría se anunció la construcción, en la frontera con Serbia, de una valla de 175 kilómetros de largo por cuatro metros de alto. Y en Endomeni se estableció el mayor campo de refugiados en Grecia, financiado por la política migratoria de la Unión Europea para impedir el paso a sirios, afganos, iraquíes, pakistanos…
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