RÍO DE JANEIRO, 25 de julio (apro).- Los participantes en la Jornada Mundial de la Juventud (JMJ) esperaron horas para ver pasar fugazmente el “papamóvil”, ningún fiel se quejó: ni de la lluvia ni del frío ni de las horas de espera. Miércoles por la noche, los jóvenes y los cariocas estaban en Copacabana, para el que sería el primer encuentro verdadero entre los peregrinos, como se definen, y el papa Francisco. Desde las 14 horas, el tráfico estaba prohibido en el barrio más poblado de la ciudad de Río y las calles se llenaron de los jóvenes con sus mochilas de colores y cada grupo con la bandera de su país. Avanzaban dándose la mano y la mayoría de las veces cantando en la calle o en los autobuses. Son jóvenes católicos que se consideran “privilegiados” de vivir estas jornadas, y “felices” de encontrar sus pares por toda la ciudad. “Venimos aquí para reforzar nuestra fe”, comenta la joven Rosa Romero, de Mérida, que está aquí con otros 24 jóvenes mexicanos de la universidad marista de Yucatán.
Como muchos peregrinos, Rosa “adora” los eventos masivos que la Iglesia “y que en particular la Iglesia brasileña sabe organizar muy bien”: “Estoy muy emocionada de las misas que hacen aquí, las canciones son realmente increíbles y hay una energía tan fuerte. Es imposible de describir”. Luces, música, espectáculo, pantallas gigantes, todo está puesto para que se sienta mucha emoción en esta misa y que no se perciba un Papa un poco perdido en este inmenso palco.
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