Por Susana Cato
CIUDAD DE MÉXICO (apro).- Conocí a Alejandro Herrera en 1982, en la zona más pobre de México, Tlapa de Comonfort, en la montaña de Guerrero, estado que se llama como su espíritu lo indica. En este lugar bronco y abandonado a su suerte, Alex dirigía en aquel año “La voz de la Montaña”, una radio bilingüe del Instituto Nacional Indigenista. Su equipo estaba integrado por un grupo de universitarios egresados –como él– de la Universidad Autónoma Metropolitana de Xochimilco.
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