Memorias de un retrato es el sugerente título que el Museo de Arte Moderno concibió para la exposición por la cual se transita al inestimable archivo inédito de Emma Hurtado, donde se da a conocer su labor al lado del artista en su etapa final, cuya biografía parece no tener fin. Fue su amiga, confidente, mecenas, compañera en infinidad de viajes por la república y el extranjero, su amante, y finalmente su esposa y viuda. Son 600 documentos de muy diversa índole –así como obras plásticas de diferentes formatos y soportes–, que la curadora del recinto Valentina García Burgos y el crítico Luis Ruis Caso, tras años de investigación, evalúan para los lectores de Proceso.
Ciudad de México (Proceso).– Pionera en la promoción turística del país y otras áreas del quehacer cultural, Emma Hurtado (1907-1974) fue piedra de toque en los últimos años de vida de Diego Rivera: su amiga, confidente, mecenas, compañera en infinidad de viajes por la república y el extranjero, su amante, y finalmente su esposa y viuda.
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