El presidente Andrés Manuel López Obrador recibió un país en ruinas. Frente a esta situación, optó por regresar hacia atrás. Ha profundizado la política neoliberal que tanto critica; e igualmente grave, su política antidemocrática lleva el sueño de regresar a un régimen de partido de Estado. Como en los mejores tiempos del rancio PRI. Sobre esta característica del gobierno de AMLO me quiero detener a cinco años de inaugurado su mandato.
Treinta y seis años de metódico desmantelamiento de los instrumentos del Estado para una conducción económica progresista, de la mano de la supresión de derechos laborales conquistados, no podían tener otro resultado que un ruinoso país. Durante ese periodo se profundizaron la inveterada corrupción; la desigualdad; la pobreza; la inseguridad pública; el crecimiento del crimen organizado; la migración; el deterioro de las condiciones de vida y de los sistemas educativo y de seguridad social. PRI y PAN en la presidencia se dedicaron de manera sistemática a labrar esas ruinas. Como castigo a esas políticas, no es casual entonces que AMLO sea el presidente con mayor cantidad de votos –genuinos, por cierto– en la historia del país.
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