MÉXICO, D.F., 16 de julio (proceso).- Las declaraciones que el 29 de junio hizo Elba Esther Gordillo muestran no sólo lo que a lo largo de estos meses hemos denunciado “””las instituciones del Estado están podridas”””, sino su carácter delincuencial. Lo que Elba Esther declaró en relación con las prebendas y compromisos que permitieron al gobierno de Calderón llegar al poder revela el orden criminal de nuestra clase política: lo que importa no es la ciudadanía, sino el poder, el dinero y la impunidad, cuesten lo que cuesten.
Esta evidencia, de todos conocida “””recordemos a Hank Rhon, a Molinar Horcasitas y a Bours después del caso de la guardería ABC, a los funcionarios de la procuraduría de Nuevo León delante de las víctimas de desaparecidos: “No tenemos nada para ustedes”, etcétera”””, deja claro que si los criminales están actuando como lo hacen a lo largo y ancho del país es porque nuestra clase política vive una forma de criminalidad tan impune como la de la delincuencia que dice combatir. La vida política de nuestro país es, para parafrasear a Clausewitz, es la continuación de la delincuencia por otros medios. El resultado es el horror de 40 mil muertos, 10 mil desparecidos, 120 mil desplazados, 98% de los crímenes impunes y una clase política que cobra inmensos salarios para destrozar, al lado de los criminales, la vida de los hombres, mujeres, jóvenes y niños de este país.
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