“Por el cambio”

MEXICO, DF (apro).- Estimados lectores la presente es, con todo el respeto que me merecen, pedirles que cualquiera que sea la interpretación de la divinidad que rija sus pensares, unamos nuestras voces y oremos, pues según dicen los que saben del tema, la misma siempre es buena, y mejor cuando oramos por el bien de otros, ya que ella nos acerca más a la divinidad, que siempre está próxima de todos los que la invocan a la vez que, como dice la Biblia (Salmo 45:18,19) dispuesta a satisfacer los deseos de los que la temen y a oír el clamor por ayuda y nos invita a hacerlo (Felipenses 4:6, 7). Por estas razones es por lo que les pido que oremos; y también porque en la globalidad posmoderna en la que nos movemos, en la que hemos visto y también sufrido el final de todos los absolutos y la entronización de lo relativo de todo, por lo que las personas andamos como bolas sin manija, rodando para aquí y para allá, sin fijarnos en ninguna parte, pues no se sabe bien a bien donde queda, donde está la verdad, lo que confirma el dicho por Campoamor: “que nada es verdad ni mentira, que todo es según el color del cristal con que se mira”, a lo que hay que añadir que ese relativismo posmoderno ha generado la muerte de las ideologías, el ocaso de las revoluciones dizque el final de la historia y la desilusión de las utopías por su incapacidad para realizarse. Y considerando que esa muerte, ocaso, final y desilusión, sustituidos por la globalidad en la que respiramos, la que se nos ha vendido (y sigue vendiendo) y hasta impuesto con la etiqueta de que es democrática, incluyente y respetuosa de las minorías, como la mejor de las sociedades posibles y en la que la misma persisten la pobreza, el racismo, el fanatismo, la droga, y, a lo bestia el crimen organizado, al tiempo que crecen los integrismos, aumentan las desigualdades y las cifras de los desempleados y la de la deuda, realidades todas que contradicen, desmienten y ponen en evidencia la mentira, la falsedad de sus promesas, lo que tiene a la inmensa mayoría de las personas que en ella se mueven en la dramática situación del protagonista del cuadro del noruego E. Munch, titulado El grito, el cual es una figura de rostro aterrado que, despavorido, se lleva las manos a la cabeza y tiene la boca abierta desmesuradamente en un silencioso pero muy simbólico grito de angustia y desesperación. ¿Lo recuerdan?

Ante esta situación, los políticos sobre todo los que están en el poder y su burocracia económica y administrativa, insisten y persisten que la globalidad de democracia incluyente y respetuosa de las minorías, de las que son dirigentes en sus respectivos países, no da los frutos que promete, se debe principalmente porque es joven, o bien está en vías de estructuración o buscan (y encuentran) “chivos expiatorios”, factores externos que entorpecen sus buenos oficios como políticos y los buenos resultados de la democracia, por lo que piden paciencia y votos de confianza para que las cosas, con el tiempo, tomen su curso natural. ¿Y mientras tanto qué?



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