CIUDAD DE MEXICO (apro).- La corrupción en México no es cultural ni es consecuencia de la mala suerte o de una maldición divina, sino producto de las complicidades en la élite partidaria, empresarial, mediática y criminal que, a menudo, son toleradas y hasta premiadas por amplias porciones de la sociedad.
Por eso no hay ni habrá medidas institucionales de la dimensión estructural de la corrupción y la impunidad, porque a los políticos priistas, panistas y perredistas no les importa, como lo acredita el incumplimiento constitucional del Congreso para aprobar, en periodo ordinario, las leyes del Sistema Nacional Anticorrupción.
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