Andrés Corpas / RÍO DE JANEIRO (proceso).- Aunque los Juegos Olímpicos de Río de Janeiro no fueron los mejor organizados de la historia –como demostraron los sonrojantes problemas con la fosa “verde” de clavados o las fallas en los departamentos de los atletas en la Villa Olímpica–, el certamen no fue el desastre que muchos temían.
Tan pronto la llama olímpica dio el pistoletazo de salida a las competencias con los mejores deportistas del planeta, las cuestiones organizativas y sociales –como la violencia que ni siquiera lograron frenar 85 mil militares y policías desplegados por la ciudad– quedaron en segundo plano.
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